José Luis Rodríguez Zapatero
José Luis Rodríguez Zapatero
This year, rocked by an unprecedented health and economic crisis, marks the 25th anniversary of the Barcelona Process. It’s something, if I may speak personally, I have always felt very close to, ever since I attended the birth of the Union for the Mediterranean in Paris as President of the Spanish Government in 2008. It was a source of pride for our country to host the headquarters of its Secretariat in Barcelona.
After leaving behind my political duties, I now travel to visit Mediterranean neighbors on every possible occasion. It is always stimulating to share ideas, reflections and new initiatives, whether in governmental, business or civil society. The courage and effort of the women and men who work for progress, democracy and equality are always very present in my memory.
Looking back, we can see that the commitment proved worthwhile. The 25 years of the Barcelona Process and the Union for the Mediterranean have generated great advances and progress. Universities have been created to educate new generations with a unique Euro-Mediterranean vision. Job opportunities and training have been provided to hundreds of thousands of young people. The development of thousands of small and medium-sized enterprises has been made possible. Regional dialogue at a ministerial level on key issues such as climate action, environmental protection, gender equality, unemployment, digitalization and regional connectivity, among others, has put a common roadmap to meet the Sustainable Development Goals in the Mediterranean on the table. But we still see too many conflicts, too much inequality, poverty and unfulfilled ambitions.
I worry about the conflicts in the countries surrounding our beloved Mediterranean. I am thinking, of course, of Syria and Libya; the conflict between Palestinians and Israelis and how terrorism continues to hurt our people. Not to mention the large number of refugees seeking a safe life that Europe has not yet worked out how to accommodate.
And, of course, I think of the serious consequences of the new threat of the Covid-19, the lost opportunities for young people, the daily struggle of many to feed their families, the challenge of finding answers to serious economic situations, along with the risk of a resurgence of nationalism and intolerance. But there is hope.
There was an initial unilateral reaction to the pandemic: countries closed borders and people fought over medical supplies. But we’re now seeing more positive signs. However, we have begun to see more positive signs. In a conference in May, the European Union promoted a clear plan for how the international community must fight Covid-19. Bringing together large companies and countries and pooling resources are the first steps of a response that must be global to tackle a global problem.
To do this, we must listen to the powerful voice of civil society, calling for vaccines and universal access to treatment, and demanding a general ceasefire so that we can fight the epidemic together.
The Union for the Mediterranean defends peace and sustainable development in the region. We must bear this in mind now that the pandemic disrupts our understanding of the relationship between economic progress and our ecosystem.
Shockingly, reports point out that, in the last 40 years, while the population on earth doubled, half of our ecosystems were destroyed. When this crisis ends and we manage to save as many people as possible, we will have to reflect on this link between the balance of species, ecosystems and the risk of humans suffering new pandemics. It will have to be considered within the broader framework of the fight against all the consequences of climate change. The Union for the Mediterranean itself is already addressing, in this climate context, the relationship between the impact of Covid-19 and guaranteeing access to water in various Mediterranean countries.
The European Union and the Union for the Mediterranean must build a common, clear and ambitious vision to ensure the stability and prosperity of our countries, as well as to resume trade and promote a new global, healthy, democratic and digital era. Let us use this anniversary to build solidarity through bold action, within our borders and across Europe, in the Mediterranean and around the world.
Si echamos la vista atrás, comprobaremos que el compromiso merece la pena. Los 25 años del proceso de Barcelona y de la Unión por el Mediterráneo han generado grandes avances y progresos.
En este año, marcado por una crisis sanitaria y económica sin precedentes, se conmemora el 25 aniversario del Proceso de Barcelona. Un proceso con el que, si se me permite esa perspectiva personal, siempre me he sentido muy vinculado, desde que, en 2008, asistiera como Presidente del Gobierno de España al nacimiento de la Unión por el Mediterráneo en París y supusiera un motivo de orgullo para nuestro país acoger la sede de su Secretariado en Barcelona. Tras dejar atrás las obligaciones gubernamentales, viajo a los vecinos mediterráneos en todas las ocasiones posibles. Siempre es un estímulo compartir ideas, reflexiones y nuevas iniciativas, tanto gubernamentales, empresariales o de la sociedad civil. Siempre quedan muy presentes en mi recuerdo la valentía y el esfuerzo de mujeres y hombres que trabajan por el progreso, la democracia y la igualdad. Si echamos la vista atrás, comprobaremos que el compromiso merece la pena. Los 25 años del proceso de Barcelona y de la Unión por el Mediterráneo han generado grandes avances y progresos. Se han creado universidades para educar a nuevas generaciones con una visión euromediterránea única. Se han brindado oportunidades laborales y formación a cientos de miles de jóvenes, y se ha apoyado al desarrollo de miles de pequeñas y medianas empresas.
El diálogo regional a nivel ministerial en materias tan clave como la acción climática, la protección ambiental, la igualdad de género, el desempleo, la digitalización y la conectividad regional, entre otras, ha puesto sobre la mesa una hoja de ruta común para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el Mediterráneo. Pero aún vemos demasiados conflictos, demasiada desigualdad, pobreza y aspiraciones truncadas. Pienso con preocupación en los conflictos en los países que rodean nuestro querido Mediterráneo. Tengo presente, por supuesto, a Siria y Libia; el conflicto entre palestinos e israelíes y cómo el terrorismo sigue hiriendo nuestras poblaciones. Sin olvidar el gran número de refugiados que buscan una vida segura y cómo Europa no ha sabido encontrar aún el modo de recibirlos. Y, naturalmente, pienso en las graves consecuencias que traerá la nueva amenaza de la COVID-19, las oportunidades perdidas de los jóvenes, la lucha cotidiana de muchos para alimentar a sus familias, el desafío de encontrar respuestas a graves situaciones económicas, junto al riesgo de que resurjan el nacionalismo y el odio entre pueblos.
Pero hay esperanza. Las primeras reacciones a la pandemia fueron unilaterales: países cerrando fronteras, pugnando por material médico. Sin embargo, hemos empezado a ver señales más positivas. La conferencia de financiación del pasado mes de mayo, impulsada por la Unión Europea, ha sido una clara muestra de cómo la comunidad internacional debe luchar contra la COVID-19. La unión de grandes empresas y países, la puesta en común de recursos, es un primer paso hacia una respuesta que no puede ser sino global a un problema que es global. Para ello, debemos escuchar la poderosa voz de la sociedad civil, reclamando vacunas y tratamientos para todos, y demandando un alto el fuego indiscriminado, para que juntos podamos combatir la epidemia. La Unión por el Mediterráneo es una unión para la defensa de la paz y del desarrollo sostenible en la región. Conviene tenerlo muy presente ahora, cuando esta pandemia vuelve a evocar la necesaria rectificación de la relación entre una determinada concepción del progreso económico y nuestro ecosistema. En estos días hemos podido leer informes tan impactantes como los que señalan que, en los últimos 40 años, al tiempo que la población en la tierra se duplicaba, se destruían la mitad de nuestros ecosistemas.
Cuando concluya esta crisis y logremos poner a salvo todas las posibles vidas que hoy están amenazadas, tendremos que reflexionar sobre esta vinculación entre el equilibrio de las especies, los ecosistemas y el riesgo de que los seres humanos padezcamos nuevas pandemias. Una reflexión que hay que situar en el marco más amplio de la lucha contra todas las consecuencias del cambio climático. La propia Unión por el Mediterráneo ya está abordando, bajo este contexto climático, la relación entre el impacto de la Covid-19 y la garantía del acceso al agua en diversos países del Mediterráneo. La Unión Europea y la Unión por el Mediterráneo tienen que fraguar una visión común, clara y de largo alcance para asegurar la estabilidad y la prosperidad de nuestros países. También para reanudar los intercambios comerciales e impulsar una nueva era global, sana, democrática y digital. Aprovechemos con tal fin este aniversario, para enarbolar la solidaridad con medidas valientes, dentro de nuestras fronteras y en toda Europa, en el Mediterráneo y en todo el mundo.